Apenas son suficientes mil años para formar un Estado; pero puede bastar una hora para reducirlo a polvo.
Los Estados, para la diplomacia, no son los pueblos, sino los reyes que los dirigen o los esclavizan.
Un hombre de estado debe tener el corazón en la cabeza.
Todos los Estados bien gobernados y todos los príncipes inteligentes han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento.
El estado es un inmenso cementerio al que van enterrarse todas las manifestaciones de la vida individual.
Frente a la muchedumbre, los mediocres son los más elocuentes.
Los ricos no pueden comprar el privilegio de morir viejos.
Dícese que los regalos persuaden aun a los dioses.
Lo esperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece.
Hasta las desdichas han de sentirse con moderación