El hastío es la más estéril de las pasiones humanas. Así como es hijo de la nulidad, es también padre de la negación, ya que no sólo es estéril por sí mismo, sino que esteriliza del mismo modo a cuanto toca o se le acerca.
El hastío se origina bien de una debilísima conciencia de la existencia propia, que no puede impulsarnos a la acción, o bien de una conciencia excesiva, por la que advertimos la imposibilidad de actuar en la medida que querríamos.
Cuando uno se halla habituado a una dulce monotonía, ya nunca, ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días.
El tedio puede escuchar todas las voces tentadoras, tiene camino para todos los extravíos, y no hay aberración que en un momento dado no pueda servirle de espectáculo.
El hijo de las largas convivencias desapasionadas es el tedio.
Yo honro con el nombre de la virtud a la costumbre de realizar acciones penosas y útiles de los démas.
La soledad es necesaria para gozar de nuestro propio corazón y para amar; pero para triunfar en la vida es preciso dar algo de nuestra vida al mayor número posible de gentes.
Para pasar por hombre amable basta con narrar bien y con no hablar nunca de sí mismo.
Una señal del nuevo amor es que todos los placeres y todos los sinsabores que pueden producir las demás pasiones y cualesquiera otras actividades del hombre dejan instantáneamente de afectarle.
Cuando vuestra amante se convierta en vuestra amiga íntima, os procurará otros placeres; los placeres de la vejez. Como una flor que después de haber sido rosa por la mañana, en la estación de las flores, se torna fruto delicioso a la tarde, cuando ya ha pasado la sazón de las rosas.