Necesité años para darme cuenta de que llevaba en mí, en mi cuerpo, en mi corazón, en mi alma, un núcleo inextricable de bondad y de maldad.
Los hombres son como los vinos: la edad agría los malos y mejora los buenos.
La superficie más apasionante de la tierra es la del rostro humano.
No debemos buscar, sino encontrar, no debemos juzgar, sino observar y comprender, inspirar y elaborar lo inspirado. Tenemos que sentir nuestra propia esencia integrada y ordenada en el todo. Sólo entonces tendremos relaciones verdaderas con la naturaleza.
El hombre no ha sabido organizar un mundo para sí mismo y es un extraño en el mundo que él mismo ha creado.
Con veinte años todos tienen el rostro que Dios les ha dado; con cuarenta el rostro que les ha dado la vida y con sesenta el que se merecen.
Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida.
Según vamos adquiriendo conocimiento, las cosas no se hacen más comprensibles, sino más misteriosas.
Los años arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el alma.
El dolor es para la humanidad un tirano más terrible que la misma muerte.