Las dichas y las desdichas suelen andar tan juntas, que tal vez no hay un medio que las divida: andan el pesar y el placer tan aparejados, que es simple el triste que se desespera y alegre el que se confía.
Cuando la tripulación y el capitán están cordialmente compenetrados, es preciso un temporal y más que un temporal para lanzar la nave contra la tierra.
Aparta la imaginación de los sucesos adversos que te podrán venir; que el peor de todos es la muerte, y como ésta sea buena, el mejor de todos es morir.
Si quieres inmunizarte contra la adversidad, suplica a los dioses invisibles que con tu felicidad mezclen también sufrimiento.
Suceda lo que suceda, aun en los días más borrascosos, las horas y el tiempo pasan.
La desconfianza es madre de la seguridad.
Hay que ser remero antes de llevar el timón, haber estado en la proa y observado los vientos antes de gobernar la nave
No es posible vivir con estas malditas mujeres, pero tampoco sin ellas
¡Quieran los dioses que cada uno desempeñe el oficio que conoce!