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Conviene reír sin esperar a ser dichoso, no sea que nos sorprenda la muerte sin haber reído.
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No hay día más perdido que aquel en que no hemos reído.
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Los sabios se ríen del mundo sin odio y sin amargura.
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Quien suele llorar profusamente, también es capaz de reír con intensidad al instante siguiente.
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Es mucho lo que una risa encierra. Ella es la clave con la que desciframos al hombre.