El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos.
Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.
Los deseos deben obedecer a la razón.
Sólo es inmensamente rico aquel que sabe limitar sus deseos.
La Soledad es mala consejera, pero deseada, es la Paz mejor llevada.
La oxidación por falta de uso gasta mucho más las herramientas que el propio trabajo.
El hambre espía en la casa de los pobres, pero si la habitan personas trabajadoras, no se atreve a entrar.
El camino hacía la riqueza depende fundamentalmente de dos palabras: trabajo y ahorro.
Sólo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y de reconocer sus errores.
Un padre es un tesoro, un hermano es un consuelo: un amigo es ambos.