Las fuerzas que se asocian para el bien no se suman, se multiplican.
La fuerza de uno es solo un accidente que se deriva de la debilidad de los otros.
Quien no ha afrontado la adversidad no conoce su propia fuerza.
La fuerza no puede jamás persuadir a los hombres; sólo logra hacerlos hipócritas.
Algunos pensamos que lo que nos hace más fuertes es aguantar, pero otras veces es dejarlo estar.
La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.
Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros.
Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos.
Una cosa es saber y otra saber enseñar.
Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos.