Cuando una medicina no hace daño deberíamos alegrarnos y no exigir además que sirva para algo.
Los médicos trabajan para conservarnos la salud, y los cocineros para destruirla, pero estos últimos están más seguros de lograr su intento.
El progreso de la medicina nos depara el fin de aquella época liberal en la que el hombre aún podía morirse de lo que quería.
Cuando un médico va detrás del féretro de su paciente, a veces la causa sigue al efecto.
Casi todos los médicos tienen sus enfermedades favoritas.
Escribir para niños es un don, como la poesía, que no está al alcance de cualquiera.
Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad.
Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales.
No existe la felicidad. A lo largo de la vida hay briznas de dicha que se deshacen como pompas de jabón.
La máquina ha venido a calentar el estómago del hombre pero ha enfriado su corazón.