La era igualitaria es el triunfo de la mediocridad. Es desagradable, pero inevitable, y constituye una venganza del pasado. La humanidad, después de haberse constituido sobre la base de las diferencias individuales, se organiza ahora sobre la de sus semejanzas.
El único Estado estable es aquel en que todos los ciudadanos son iguales ante la ley.
La igualdad tal vez sea un derecho, pero no hay poder humano que alcance jamás a convertirla en hecho.
En cuanto se concede a la mujer la igualdad con el hombre, se vuelve superior a él.
Es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos.