Todos los vicios dan treguas; el glotón se agita, el deshonesto se enfada; el bebedor duerme, el cruel se cansa; pero la vanidad del mundo nunca dice basta, siempre locura y más locura.
La vanidad es un mendigo que pide con tanta instancia como la necesidad, pero mucho más insaciable.
Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir.
En muchos casos hacemos por vanidad o por miedo, lo que haríamos por deber.
La vanidad es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados.
La soledad es y siempre ha sido la experiencia central e inevitable de todo hombre.