Todos los vicios dan treguas; el glotón se agita, el deshonesto se enfada; el bebedor duerme, el cruel se cansa; pero la vanidad del mundo nunca dice basta, siempre locura y más locura.
La vanidad es un mendigo que pide con tanta instancia como la necesidad, pero mucho más insaciable.
Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir.
En muchos casos hacemos por vanidad o por miedo, lo que haríamos por deber.
La más segura cura para la vanidad es la soledad.
Lo he dicho en otras oportunidades y lo reafirmo: la búsqueda de una vida más humana debe comenzar por la educación.
En la bondad se encierran todos los géneros de sabiduría.
Y entonces, habiendo sido privados de la cercanía de un abrazo o de una mesa compartida, nos quedarán “los medios de comunicación”.
La Historia no es mecánica porque los hombres son libres para transformarla.
Ser original es en cierto modo estar poniendo de manifiesto la mediocridad de los demás.