Un estado es gobernado mejor por un hombre bueno que por una buena ley.
Ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otro sin su consentimiento.
Los gobiernos pasan, las sociedades mueren, la policía es eterna.
Gobernar no consiste en solucionar problemas, sino en hacer callar a los que los provocan.
No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico.
Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación.
La fuerza y el engaño son, en la guerra, las dos virtudes cardinales.
La ociosidad es la madre de la filosofía.
Los que aprueban una opinión, la llaman opinión; pero los que la desaprueban la llaman herejía.
De la igualdad de habilidades surge la igualdad de esperanzas en el logro de nuestros fines.