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Sólo el silencio, en efecto, hace posible la escucha, es decir, la recepción en sí no sólo de la Palabra, sino también de la presencia de Aquel que habla.
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El silencio debiera ser la cualidad de aquellos a quienes faltan las demás.
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Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.
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El silencio es el abono que hace florecer y fructificar el alma.
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Escucha, serás sabio. El comienzo de la sabiduría es el silencio.