El hombre que pretende obrar guiado exclusivamente por la razón está condenado a obrar muy raramente.
Vale más hacer la cosa más insignificante del mundo que estar media hora sin hacer nada.
Los hombres de acción no tienen vida interior y, por lo mismo, no son desgraciados. Nunca es el acontecimiento exterior contrario lo que hace desgraciados a los hombres, sino el alma en pena que se les mueve dentro, viajera por mares extraños de pensamientos solitarios.
Juzgamos las acciones humanas no por lo que son, sino por el disgusto o el placer que nos causan.
Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello que arrepentirse de no haber hecho nada.
A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa.
Sucede a veces que se discute porque no se llega a comprender lo que pretende demostrar nuestro interlocutor.
El verdadero amor supone siempre la renuncia a la propia comodidad personal.
Es más fácil hacer leyes que gobernar.
Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la violencia.