El hombre que pretende obrar guiado exclusivamente por la razón está condenado a obrar muy raramente.
Vale más hacer la cosa más insignificante del mundo que estar media hora sin hacer nada.
Los hombres de acción no tienen vida interior y, por lo mismo, no son desgraciados. Nunca es el acontecimiento exterior contrario lo que hace desgraciados a los hombres, sino el alma en pena que se les mueve dentro, viajera por mares extraños de pensamientos solitarios.
Juzgamos las acciones humanas no por lo que son, sino por el disgusto o el placer que nos causan.
Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello que arrepentirse de no haber hecho nada.
Siempre hacemos daño a aquellos que amamos. Diríase que desde el momento en que queremos a otro le destinamos a sufrimientos que no le habían alcanzado todavía.
Si antes de besar a la persona amada habéis contemplado las estrellas, no la besaréis de la misma manera que si sólo habéis mirado las paredes de vuestra habitación.
La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo.
De todas maneras, raras veces se equivocará el que se pone como deber primero quitarle un sufrimiento al más débil para cargarlo sobre sí mismo.
El dolor es el alimento esencial del amor; cualquier amor que no se haya nutrido de un poco de dolor puro, muere.