Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello, que en mi juventud me deslumbraba. Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba de la gloria en las flores, no hay que afligirse. Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo.
Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele decirse, antes al contrario, la hacen más profunda.
Ella no te necesita. Tiene tu recuerdo, que vale más que tú.
Si busco en mis recuerdos los que me han dejado un sabor duradero, si hago balance de las horas que han valido la pena, siempre me encuentro con aquellas que no me procuraron ninguna fortuna.
Nosotros recordamos, naturalmente, lo que nos interesa y porque nos interesa.
Algo absurdo, sí, pero este absurdo tiene una boca preciosa y sonríe.
Con todas mis ideas y necedades podré fundar muy pronto una sociedad anónima para la difusión de ilusiones hermosas, pero nada fiables.
Un hombre no se siente orgulloso de las alegrías y del placer. En el fondo lo único que da orgullo y alegría al espíritu son los esfuerzos superados con bravura y los sufrimientos soportados con paciencia.
Contra mi corazón desearía, estrechar fuerte lo más espantoso, es la angustia mi anhelo, es el dolor.
Nuestra ansia de felicidad es mucho más hermosa, tierna, importante y apetecible que la felicidad misma.