Los que no tienen hijos ignoran muchos placeres, pero también se evitan muchos dolores.
Sólo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas.
A quien Dios no le dio hijos, el diablo le dio sobrinos.
No le evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas.
Amar a la madre de sus hijos es lo mejor que un padre puede hacer por sus hijos.
La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.
Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros.
Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos.
Una cosa es saber y otra saber enseñar.
Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos.