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Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello, que en mi juventud me deslumbraba.
Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba de la gloria en las flores, no hay que afligirse. Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo.
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A menudo cuesta toda una vida librarse de ciertos recuerdos, por muy irrelevantes que sean.
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Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele decirse, antes al contrario, la hacen más profunda.
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Ella no te necesita. Tiene tu recuerdo, que vale más que tú.
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Nosotros recordamos, naturalmente, lo que nos interesa y porque nos interesa.