No escuchar al que nos habla, no sólo es falta de cortesía, sino también menosprecio. Atiende siempre al que te hable; en el trato social nada hay tan productivo como la limosna de la atención.
Lo importante no es escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se piensa.
Del escuchar procede la sabiduría, y del hablar el arrepentimiento.
Algunos oyen con las orejas, algunos con el estómago, algunos con el bolsillo y algunos no oyen en absoluto.
Saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad, la locuacidad y la laringitis.
Cuando llegue mi hora de morir, moriré; pero sabré dar la vida como un hombre que no le duele devolver el préstamo que se le ha hecho.
No pidas que lo que sucede suceda como deseas, sino desea que las cosas ocurran como ocurren, y serás feliz.
La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad.
Si dicen mal de ti con fundamento, corrígete; de lo contrario, échate a reír.
Lo que inquieta al hombre no son las cosas, sino las opiniones acerca de las cosas.