Las enemistades ocultas y silenciosas son peores que las abiertas y declaradas.
Enemigo no es aquel que tienes delante con una espada en la mano, sino aquel que está a tu lado escondiendo un puñal en la espalda.
Creer que un enemigo débil no puede dañarnos es creer que una chispa no puede causar un incendio.
El enemigo sólo empieza a ser temible cuando empieza a tener razón.
Nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Nada puede destruir a la Humanidad, excepto la Humanidad misma.
Lo que acostumbramos a llamar instituciones necesarias, muchas veces son instituciones a las que nos hemos acostumbrado.
En una revolución, como en una novela, la parte más dificil de inventar es el final.
Más que las ideas, a los hombres los separan los intereses.