No escuchar al que nos habla, no sólo es falta de cortesía, sino también menosprecio. Atiende siempre al que te hable; en el trato social nada hay tan productivo como la limosna de la atención.
Lo importante no es escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se piensa.
Del escuchar procede la sabiduría, y del hablar el arrepentimiento.
Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar.
Algunos oyen con las orejas, algunos con el estómago, algunos con el bolsillo y algunos no oyen en absoluto.
Todas las cosas adquieren importancia para mi en cuanto me doy cuenta de que existen.
La mejor manera de aprender a conocerse a sí mismo es intentar comprender a los demás.
El secreto de mi felicidad está en no esforzarse por el placer, sino en encontrar el placer en el esfuerzo.
Muchas veces las palabras que tendríamos que haber dicho no se presentan ante nuestro espíritu hasta que ya es demasiado tarde.
La satisfacción es la única señal de la sinceridad del placer.