No escuchar al que nos habla, no sólo es falta de cortesía, sino también menosprecio. Atiende siempre al que te hable; en el trato social nada hay tan productivo como la limosna de la atención.
Del escuchar procede la sabiduría, y del hablar el arrepentimiento.
Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar.
Algunos oyen con las orejas, algunos con el estómago, algunos con el bolsillo y algunos no oyen en absoluto.
Saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad, la locuacidad y la laringitis.
Hay que unirse, no para estar juntos, sino para hacer algo juntos.
En lo pasado está la historia del futuro.
Los Estados, para la diplomacia, no son los pueblos, sino los reyes que los dirigen o los esclavizan.
La compasión es una limosna que el sano debe al enfermo